


Díptico (pintura / escultura)
Pintura: Acrílicos metalizados sobre lienzo. 200 · 200 cm.
Escultura: Caja cubilete y dedal en Oro 18K, diamantes, zafiros, cristal de zafiro.
Dados en oro y diamantes. Oro rodiado blanco y negro.
Toda la memoria del mundo es una obra contaminada por la poesía que irradia la película del mismo título de Alain Resnais (1956) "Toute la mémoire du monde".
Toda la memoria del mundo (2024/ 2025) se estructura, organiza, en torno al alfabeto occidental y a las nueve cifras de la numeración arábiga. Por un lado, distribuyendo estos caracteres secuencialmente de izquierda derecha, en su orden, en cada uno de los escaques o espacios de la imagen pictórica en blanco y negro… gris. Imagen que parece el resultado de una fotografía en proceso de desvelamiento, y que representa una estantería minimalista (Judd, 1975/1986), esencial, elemental, casi primordial. Por otro lado, y como segundo elemento del binomio, un par de dados de oro encerrados en un cubilete recubierto de zafiros y diamantes, eterno y lujurioso, todo vanidad: el objeto sublimado, reducido a un máximo mínimo barroco, que funciona como disparador de configuraciones, del azar de estas y del potencial del interpretante, de su deseo de juego y conocimiento, de su apuesta.








Toda la memoria del mundo (2024/ 2025) es parte de una reacción en cadena que reflexiona sobre las fuentes y pilares del conocimiento humano, su necesidad y configuración; también indaga acerca de los dispositivos de almacenaje, conservación y transmisión que conocer y crear requieren (no siempre en este orden). Explora los potenciales errores, los inesperados y diferentes entrelazamientos en esa transmisión de lo conocido y lo desconocido que nos llevan hacía fascinantes nuevas zonas (Strugatski, 1971) (Tarkvoski, 1979) (no necesariamente más confortables): el conocimiento incomoda, por eso arden bibliotecas enteras o se secuestran y prohíben libros… es por esto que tratamos de recordar e incluso memorizamos palabras, textos, imágenes, olores y sabores, consciente o inconscientemente; es por esto que creamos comunidad y transmitimos saberes, los científicos y también los espirituales. La palabra se recodifica, transcodifica; se transfigura y pasa del habla a la escritura, del signo al objeto y al interpretante, y de ahí, a la semiosis ilimitada, al puro juego, al azar, a la apertura total del sentido, a su liberación, a la perdida y a la ganancia, al trabalenguas, la encriptación y la adivinanza. Todos ellos acontecimientos que participan de la naturaleza entrópica de la realidad y de las capas de información que la aproximan: La dificultad de la lectura jamás debe ser menospreciada (De Man, 1979) (Derrida, 1986), y tampoco ninguna teoría lingüística de variables ocultas locales (el sentido común) puede reproducir todas las predicciones (extrañas) de la poesía, del arte (Bell, 1964) [adaptado].
En la pintura, para cada signo, un espacio en el que mostrarse: 36 · 36. No hay cero, se viene de algo, de la singularidad en un rebote de lo que había previamente y de la energía que dejó como huella y pista, un agujero blanco. El vacío (más que cero), en su conjunto, se despliega como fondo de toda posibilidad de ordenamiento y recombinación de las predicciones de la poesía, del arte: los escaques son el espacio de toda representación y de todas las posibles configuraciones del lenguaje, de todas las predicciones del arte y la poesía, de lo desconocido; el fondo vacío (más que cero), la singularidad sin tiempo ni espacio, transitándose a sí misma. La imagen pintada es la pintura imaginada e imposible, lo extraño e inesperado, el diagrama de su potencial, el gris al que todo se aproxima inevitablemente a través de innumerables e innombrables operaciones y predicciones. Los puntos en cada escaque, en cada espacio de configuración, son el resultado de la transcodificación de los caracteres alfabéticos al sistema de lecto escritura táctil Braille (1825), lo háptico que danza alocadamente: 6 puntos. Los mismos que la cara mayor de un dado y sus hermanos menores hasta el uno, sin cero.
En el objeto escultórico, en su máxima mínima expresión, los dados encerrados en su cubilete de oro, diamantes y zafiros que esperan ser agitados, invocados, para realizar sus predicciones a través de movimientos azarosos, y donde el resultado no depende únicamente de la habilidad de un jugador que se oculta y los lanza desde la singularidad, también depende de la energía que aplicamos al sistema, la previa, la presente y a futura. El resultado, cualquier resultado, abre el lenguaje a la certidumbre del evento, a las predicciones del arte, de la poesía, del sentido, a su aquí y ahora; es la singularidad desvelando su tesoro del significante. Sin embargo, tan solo se trata de un juego. Un juego que lo dice todo, aunque no lo queramos ver u oír… aunque no sean nuestros dados, ni la estantería la nuestra repleta de libros, los leídos y aquellos todavía por leer.
Los dos objetos están entrelazados localmente en un momento dado, pero también en la distancia, como un pasajero que mira su destino en el trastabillar de los paneles mecánico-digitales del aeropuerto y piensa que podría volar, si lo desease intensamente, a cualquiera de aquellos lugares, y allí, encontrar otras personas, tener nuevas experiencias, conocer un mundo que no existe aún (Gabriel, 2015) ... lanzar los dados para tener una vida nueva: Toute Pensée ément un Coup de Dés (Mallarme, 1897/1914).